Diferencias entre escribir relatos y novelas

¡Hola! Aquí estoy de nuevo, esta vez con un post que me habéis pedido y sobre el cual tampoco pude profundizar mucho en la entrada Como escribo, ya que no quería extenderme demasiado. En esta ocasión vengo a hablaros de las diferencias que hay a la hora de escribir relatos y novelas y como planteo las historias en función de su extensión.

Más corto no significa inconcluso

La primer diferencia que encontramos entre estos dos formatos es la extensión, la cual juega un papel muy importante. No es lo mismo contar una historia en seis páginas que en cien o trescientas. Una novela te permite dar más detalles, incluir subtramas y extenderte más en el desarrollo de personajes. Un relato, en cambio, te pide que condenses todo en poco espacio, que atrapes al lector prácticamente desde el inicio y que la historia funcione por sí sola.

A pesar de que yo empecé la escritura con los relatos y luego me pasé a las novelas, me ha costado bastantes años adecuarme al formato corto porque no es tan fácil como puede parecer. De vez en cuando lograba dar con historias pequeñas que se podían contar en poco espacio, pero la mayoría de veces se convertían más en escenas de algo mayor que en un texto funcional.

Eso es lo primero que hay que tener en cuenta cuando decidimos adentrarnos en el mundo del relato (y que a veces se nos olvida). Este formato, al igual que cualquier otro, necesita un inicio, nudo y desenlace (sea este abierto o no). Si tienes en cuenta esto siempre que escribas relatos, ya tienes mucho ganado.

Hay que aprender a focalizar

Como he comentado antes, el formato corto no te permite la libertad de la que gozas con una novela. Aquí no solo es importante la economía del lenguaje (no cuentes con veinte palabras lo que puedes contar con cinco), sino también la focalización.

Imagina que es de noche y estás en un lugar en el que no hay ninguna iluminación. Solo tienes una linterna. La enciendes y buscas el sitio que quieres ver. Ese haz de luz, esa linterna, tienes que ser tú en los relatos. ¿Qué quiero decir con esta metáfora? Que para escribir relatos es necesario focalizar y centrarse en un hecho muy concreto: Busca y cuenta la historia de tu personaje en un momento de su vida que suponga un cambio o una diferencia para él o ella.

Por ejemplo, en «Bienvenido a Nunca Jamás», el relato que publiqué en la antología de Érase Otra vez, me centré en el protagonista, James, justo cuando despierta después de un naufragio. Tanto el naufragio como el lugar en el que el chico abre los ojos le cambian la vida por completo. En «Historias del Támesis«, relato publicado en el primer número de El kraken liberado, escogí contar la historia de una huérfana, pero no su rutina, sino el día en el que unos Casacas Rojos se acercan a ella y su encuentro modifican el rumbo de su vida.

Si algo he aprendido estos años es que hay que saber qué momentos de la historia de nuestros personajes escoger y procurar que tengan un final, aunque sea abierto. En los dos ejemplos que os he puesto ambos son abiertos, pero cierran esa pequeña historia y es por eso que funcionan bien como relato.

Encuentra tu mejor forma de trabajar

Al ser un formato distinto, es posible que no trabajes de la misma forma que si fuera una novela o una saga. Busca, prueba y encuentra la forma en la que estés más cómodo

En mi caso, con las novelettes o novelas puedo empezar de una idea, por muy vaga que sea o con la imagen de un protagonista en un lugar muy concreto.  A partir de ahí voy trabajando todo como si fuera un escultor que saca una figura de un bloque de mármol. Desarrollo todo en torno a los personajes y  saco los puntos clave por los que tiene que pasar.

Con los relatos, en cambio, me permito empezarlos sin saber prácticamente nada. Normalmente cuando escribo este formato es para presentarme a una convocatoria, por lo que lo único con lo que parto es con la temática de esta (historia de piratas, fantasía, retelling, etc.). En el caso de los retellings cuento también con la historia base que voy a utilizar y a partir de ahí saco la brújula, el papel en blanco y empiezo la aventura.

Quizá sepa una pincelada de algún personaje, pero nada más. Soy brújula y trabajo muy bien así. Dejo que la historia fluya, pero consciente siempre de la limitación de espacio.

No hay que tener miedo a desechar ideas

Si algo he aprendido estos años a la hora de escribir es que es importante no ofuscarse con una idea, sobre todo si eres brújula como yo. Hay relatos que salen a la primera y otros que necesitan más trabajo, bien de corrección o bien para encontrar lo que realmente queremos contar.

Reconozco que soy de las que no tira la toalla fácilmente, sobre todo si la temática o algo del relato me llama lo suficiente la atención como para intentarlo una y otra vez. Si no me convence lo que estoy escribiendo; si veo que me he bloqueado, y por más que lo intento no logro salir de ahí, o si veo que la historia es demasiado extensa para un relato abro un nuevo documento de Word y empiezo otra vez. Así hasta dar con una trama y una narración que me gusten.

Para escribir «Bienvenido a Nunca Jamás», descarté al menos cuatro inicios de relatos, todos ellos diferentes entre sí en cuanto a historia y planteamiento. Para «Un cuento de rosas y cenizas», relato que publiqué como autora invitada en la antología de Érase Otra Vez… Villanos, tuve que abandonar unas cinco historias porque o bien no me gustaba cómo estaba quedando o bien veía que se iba a alargar demasiado y no contaba con tanto espacio.

Puede parecer que es trabajo en balde, que con una buena planificación uno se ahorraría las frustraciones y las ganas de tirar la historia por la ventana, pero yo no lo veo de esa manera. Sí, a veces puede ser muy desesperante y parecer que te estás dando cabezazos contra la pared, pero, para mí, todo lo que se escriba (se descarte o no), sirve para trabajar la historia, como práctica de escritura y me ayuda a conocerme mejor como escritora. Además, en mi caso, no tiro nada a la papelera, sino que conservo esos documentos por si en algún momento puedo trabajar con ellos. En muchas ocasiones han salido ideas que quiero explorar en formatos más largos, así que, aunque no sea un camino de rosas, todo sirve.

Escribir = aprender

La mayoría solemos escribir relatos para presentarlos a convocatoria y cuando sale el fallo del jurado y nuestro relato no está entre los seleccionados nos preguntamos el por qué.

En las convocatorias entran en juego muchos factores que no podemos controlar: el jurado (sus gustos y lo que las historias despierten en ellos) y el resto de relatos participantes. Por lo que no ver tu nombre entre los ganadores no tiene que significar que tu historia no sea buena, solo que ha habido otras que, por una u otra razón, han gustado más o han llamado la atención. Por eso es importante intentar darle un toque original a nuestra historia que la diferencie de otras.

Para que os hagáis una idea, en el retelling de Peter Pan «Bienvenido a Nunca Jamás», decidí alejarme de la versión edulcorada de Disney y me adentré en la faceta más oscura del niño que no quería crecer, una faceta que se entrevé en el clásico de J.M. Barrie. En «Historias del Támesis» decidí hacer un relato de piratas en una ciudad, sin barcos, ni tesoros.

¿Por qué escribir relatos?

No hay que olvidar que la escritura es un continúo aprendizaje, así que todos los relatos que escribas te servirán para mejorar. No es mejor escritor el que más lee, sino el que escribe y aprende con cada historia.

Además, lo bueno de las historias cortas es que te permite tener historias acabadas en menos tiempo (y la satisfacción que da saber que has acabado algo).

Contadme, ¿soléis escribir relatos o sois más de novelas? ¿Cómo trabajáis este formato más corto? Me encantaría saber vuestros métodos de escritura.

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